¿Te acuerdas de cuándo nos conocimos?
Al principio no te atrevías a venir. Te mostrabas distante y muy indeciso. Te daba vergüenza presentarte ante aquella maravilla, la chica guapa con la que todos querían bailar. Siempre rodeada, siendo el alma de la fiesta, el centro de todas las miradas. Por eso no te plateabas acercarte a mí. Pero gracias al apoyo de tus amigos, a quienes les tienes que agradecer todo, diste el primer paso. Nos caímos bastante bien y te ganaste una leve caricia mía que te dejó eufórico.
A las pocos días ya me echabas de menos. Querías verme. Necesitabas verme de nuevo. Te morías por un beso o un simple gesto mío que indicara que todo marchaba bien. Nada más verme, te lanzaste sobre mí. Como un cazador temiendo que alguien le arrebatara su presa. Mis predicciones se confirmaban: no podías vivir sin mí. Y eso me gustaba. Pero no era suficiente y te dije, mirándote a los ojos:
Quiero tus pensamientos. Quiero tus emociones. Quiero tus sueños. Quiero tus ilusiones. Quiero tus inquietudes. Quiero todo aquello por lo que luchas. Quiero a tus amigos. Quiero a tu familia… ¡Te quiero a ti!
Tu obsesión hacia mí crecía. Crecía a pasos agigantados, hasta que comencé a volverte loco. Enloquecías por mi fragancia. Enloquecías por mi sabor. Enloquecías por tenerme cerca... No te importaba ya tu familia, ni mucho menos tus estudios. Tu mundo giraba entorno a mí y eso me hacía cada vez más fuerte. Te sentías fatal e irrevocablemente atraído hacia mí. Pero para desgracia tuya, tú eras solo uno de los múltiples admiradores que cada día matan por tenerme cerca. Y tu querías que fuese solo tuya.
Pese a los titánicos esfuerzos de tu familia y tus amigos, logré seducirte por completo. Tenías todas las de perder y de hecho, así ocurrió. Te pasó lo mismo que les sucede a todos los que me subestiman. Te jugaste la vida por mi. Pero tendrías que saber que yo no soy mujer de un solo hombre.
Una lástima que no pudiera acudir a tu entierro. Entiéndelo, la cocaína también tiene su trabajo.
Al principio no te atrevías a venir. Te mostrabas distante y muy indeciso. Te daba vergüenza presentarte ante aquella maravilla, la chica guapa con la que todos querían bailar. Siempre rodeada, siendo el alma de la fiesta, el centro de todas las miradas. Por eso no te plateabas acercarte a mí. Pero gracias al apoyo de tus amigos, a quienes les tienes que agradecer todo, diste el primer paso. Nos caímos bastante bien y te ganaste una leve caricia mía que te dejó eufórico.
A las pocos días ya me echabas de menos. Querías verme. Necesitabas verme de nuevo. Te morías por un beso o un simple gesto mío que indicara que todo marchaba bien. Nada más verme, te lanzaste sobre mí. Como un cazador temiendo que alguien le arrebatara su presa. Mis predicciones se confirmaban: no podías vivir sin mí. Y eso me gustaba. Pero no era suficiente y te dije, mirándote a los ojos:
Quiero tus pensamientos. Quiero tus emociones. Quiero tus sueños. Quiero tus ilusiones. Quiero tus inquietudes. Quiero todo aquello por lo que luchas. Quiero a tus amigos. Quiero a tu familia… ¡Te quiero a ti!
Tu obsesión hacia mí crecía. Crecía a pasos agigantados, hasta que comencé a volverte loco. Enloquecías por mi fragancia. Enloquecías por mi sabor. Enloquecías por tenerme cerca... No te importaba ya tu familia, ni mucho menos tus estudios. Tu mundo giraba entorno a mí y eso me hacía cada vez más fuerte. Te sentías fatal e irrevocablemente atraído hacia mí. Pero para desgracia tuya, tú eras solo uno de los múltiples admiradores que cada día matan por tenerme cerca. Y tu querías que fuese solo tuya.
Pese a los titánicos esfuerzos de tu familia y tus amigos, logré seducirte por completo. Tenías todas las de perder y de hecho, así ocurrió. Te pasó lo mismo que les sucede a todos los que me subestiman. Te jugaste la vida por mi. Pero tendrías que saber que yo no soy mujer de un solo hombre.
Una lástima que no pudiera acudir a tu entierro. Entiéndelo, la cocaína también tiene su trabajo.