Responde al nombre de David Madrid, seudónimo detrás del que se esconde su verdadera identidad. Es natural de Madrid y policía nacional. Desde hace unos meses dejó atrás la primera línea de combate para pasar a un segundo plano. Durante año y medio, David trabajó desde dentro del grupo ultra del Real Madrid, Ultras Sur. No le gusta la palabra infiltrado. En ese tiempo convivió, simpatizó y se ganó la confianza de sus miembros con los que cada domingo acudía a la grada sur del Bernabéu.
Nos citamos en la cafetería de un popular barrio obrero de Madrid. Moratalaz. Acude informal, con americana y vaqueros oscuros. Es de complexión fuerte, 177 cm de altura. Aunque no tiene el aspecto de un ultra. Poco queda de su paso por el grupo. Nos saludamos con dos besos, ya habíamos hablado con anterioridad. Ambos nos conocíamos, nos habíamos encargado de saber quien era cada uno. La camarera se acerca a la mesa. Un café y una botella de agua.
Osadía de la juventud
La pregunta era obligada, qué mueve a alguien a querer meterse en un grupo de semejantes características. “Hacer algo diferente. Hacer algo que pudiera valer para algo. Sino no hubiera sido policía. habría sido electricista o ascensorista, o traficante de drogas. Me atraía la idea”. El sentirse reconocido, el sentirse útil era el telón de fondo que movía a David Madrid a querer infiltrarse. Debía introducirse en un grupo ultra para ser valorado. “Porqué no. Cuando te lo proponen, porqué no. Eres joven e intrépido”. Por ello diez minutos fue el tiempo que transcurrió desde que Iglesias, el jefe de sección, se lo propusiera. Los pros pesaban más que los contras, “Qué íbamos a perder. ¿Unas ostias, un guantazo?. Te tenías que preocupar tú de que salieran bien la cosa. Era tú, tu vida. La tuya no la de otros”. Cuando estas trabajando no valores lo que te puede pasar. No eres consciente, solo cuando lo coges en perspectiva dices, joe pues podía haberme pasado algo. Podía”. La osadía de la juventud era el motor que movía a meterse en la boca del lobo.
Ayudado por Alberto, su padrino, un compañero de clase del cual se ganó su confianza y que le introdujo en el mundo Ultra Sur. “Mein Kamp había que leer. Hay que saber que piensan y porqué lo piensan. Es obvio que simpatizan con ese movimiento”, haciendo referencia al movimiento nacional socialista. “Exhibían símbolos preconstitucionales en sus gradas, en muchas ocasiones neonazis. Su ideología era esa, había que saber porqué. Hay que ver películas, escuchar su música, beber de lo que ellos beben y estar pendiente de cómo evoluciona el movimiento”. Seis meses tardó David en pasar de ser un ciudadano ajeno a los grupos de animación a convertirse en un miembro más de Ultra Sur. Seis meses en los cuales se alimentó de sus lecturas, de su música, de su ideología hasta que finalmente dio el salto a la grada sur. Muy poco tiempo para su parecer. Un error dice, que no volvería a cometer. “Me tomaría mi tiempo para hacer las cosas, tanto preparándome como dentro del grupo”.
Pero en su andadura ultra por los estadios de fútbol, no estaba solo. El tío Sam y Fernán fueron sus fieles escuderos en los cuales David confiaba plenamente. “Eran mis oídos, mi gente, eran quienes me escuchaban y siendo quien estaba conmigo y quien creía en lo que hacía. Luego había otros que no lo creían. Me preguntaban si iba a trabajar”. Envidias, grupos cerrados o la falta de compañerismo merodeaban en el ambiente. “Porqué él sí y otro no”. Como dice “tenía el contacto, me crié en la calle. Para hacer un trabajo de este tipo tienes que primero haber visto lo que hay fuera para poder valorar hasta donde puedes tú llegar. Hay que valorar primero y ser consciente de tus capacidades”.
· Insider
Un año y medio duró la trayectoria como miembro de Ultras Sur. Dieciocho meses en los cuales David Madrid convivía con su mayor miedo. El temor de ser descubierto, “la incertidumbre que alguien pueda reconocerte. Yo soy de aquí de Madrid, alguien te podía conocer siempre. Tenías que tener una coartada, tenias que tenerlo preparado. Tener alguna salida.” Un año y medio fue lo que duró el juego de este policía. Un juego en el que cada cual tenía su papel. Tenía que adoptar un papel “y nosotros jugamos al papel del tonto que paga. Y ese abre muchas puertas. Es con el que todos quieren estar cuando estas en su calle bebiendo, cuando nunca falta nada cuando esta él. Me ha costado mucha pasta estar ahí”. Los límites en esta andadura los pones tu afirma. “Tienes que representar el papel en tu película. En una película que tú te has creado y tienes que desenvolverte en este. Tu no estas en el papel de amigos. La masa es la que participa, tu puedes saber donde situarte para no tener que ser el que todos vean lanzar piedras. Tu no tienes que ser el que incita. Todo depende del papel que quieras actuar. Si quieres ser el más malo, tienes que ser el que más hostias tienes que dar…El tonto que paga es muy bueno, porque todos quieren estar con él. No tienes porqué participar activamente o por lo menos a mí no me hizo falta. Lo único que tienes que saber es hasta donde quieres llegar”.
Este joven policía conoció desde dentro las entrañas de la bestia. Una bestia cada vez más grande que es alimentada por el Real Madrid y sus directivos. Todos ellos están al corriente de las actividades del grupo ultra y lo respaldan. “Las relaciones con el club siguen siendo igual de fluida o más”. Simpatizan con sus miembros invitándoles a grandes y copiosas comidas, o simplemente, dejándoles un cuarto dentro del estadio Santiago Bernabéu donde guardar su material de animación. “Nosotros pusimos nombres a caras. Supimos como se organizaban, como se financiaban. Las relaciones con el club. Hicimos muchos informes al respecto”. Un arduo y duro trabajo que quedó en algo prácticamente anecdótico. “Cuantas condecoraciones nos han dado. Cuanto se nos ha reconocido…Ninguna de esas. Nadie respondía por nosotros. Esa es la espina que se te queda”, una agridulce sensación. Ninguna figura legal amparaba sus actuaciones dentro del grupo ultra a la hora de trabajar. “Cuando veías que podías llegar mucho más allá y no teníamos el respaldo de aquí es cuando te empiezas tu mismo a frenar”.
“Las situaciones con las que te vas encontrando y vas resolviendo son las que te hacen madurar. Eso es lo difícil aquí. Aquí tienes que contentar a todos, tanto con los que estas, desde el grupo en el que estas hasta tus jefes que no confían en ti”. Situaciones muchas veces imprevisibles de las que debía de saber como salir de ellas. De entre las cosas que más destacaría de su infiltración en Ultra Sur destaca a sus miembros. Sus miembros y los adeptos que se adhieren a la ideología. Matones. Delincuentes, delincuentes con prospectiva. Delincuentes con carreras, como califica. Algunos de ellos militantes en partidos de extrema derecha como Eduardo Clavero, de Alianza Nacional. Junto con Ayala ideólogos españoles nacional socialistas. “Líderes idolatrados. Muy fuertes, tanto físicamente como mentalmente. Saben lo que defienden y son capaces de defenderlo con violencia”.
Actualmente dentro de la policía no hay ningún grupo especializado en violencia en el deporte. No hay especialización en el tema, en el control de los violentos. “Estamos hablando de organizaciones criminales. Cuando detienes tienes que saber porqué esta ahí tirando esas piedras. Y hay que ir a su casa, hacer registros, hay que tener policías con la formación suficiente para saber llevar esas organizaciones. Contra eso hay herramientas, lo que hace falta es especialización.”
“Los grupos ultras no tienen cabida en nuestra sociedad. Tienen cabida grupos de animación registrados. Con un responsable que se haga responsable antes, durante y después del partido. Esos tienen cabida. Los grupos ultras que creen que la violencia es el camino no la tienen. Y contra eso tenemos que trabajar. No solo la policía, porque no tienen una solución policial sino una solución transversal en la que los clubs son muy responsables. Donde el Estado es muy responsable y se tienen que articular medidas para que no puedan hacerlo así.”
· Si no sale en la tele, no existe
David aboga mucho por los medios de comunicación, porque reflejen el panorama habitual presente en los aledaños y en las calles próximas a los estadios de fútbol y los enfrentamientos entre aficiones rivales. Enfrentamiento que prácticamente quedan en un segundo plano ya son en contadas ocasiones cuando las cadenas lo reflejan. “Los periodistas tienen que contar la realidad tal y como la ven. ¿Por qué no cuentan esa? Porque acuden cinco minutos antes y no cubren los acontecimientos anteriores. Deben salir y contar lo que ocurre. La única manera de que la sociedad en este momento se entere de lo que ocurre es por la televisión. Nos guste o no. Si no sale en la tele, no existe”.
La adhesión a estos grupos, movido por las infiltraciones y factores externos, han hecho que cada vez sea más complicado adherirse a sus filas. Ha complicado el acceso de nuevos miembros. Actualmente para poder acceder, alguien tiene que responder. “Si nadie te presenta tu no puedes estar allí. No es que no puedas, sino que eres uno más. Uno que no cuenta. No te enteras de cómo funciona el tema. Es algo que no te pueden contar. Hay que vivirlo”.
Terminamos la entrevista. Se apaga la grabadora. Es suficiente. Ambos continuamos en nuestras respectivas sillas continuando la conversación donde la habíamos dejado. Sentado en frente mía, sigue él. David Madrid, el seudónimo bajo el que se esconde su verdadera identidad. Un joven policía infiltrado en el grupo ultra de animación, Ultras Sur. Tras el recorrido que duró casi dos años enteros, David se metió en la boca del lobo de los radicales del fútbol español. Convivió durante meses con ellos hasta que finalmente un día, puso punto final a su trayectoria como ultra del Madrid. A la pregunta de si volvería de si volvería a infiltrarse en un grupo ultra, su respuesta es clara. “Sí, pero poniendo yo mis condiciones y mi equipo”.
Nos citamos en la cafetería de un popular barrio obrero de Madrid. Moratalaz. Acude informal, con americana y vaqueros oscuros. Es de complexión fuerte, 177 cm de altura. Aunque no tiene el aspecto de un ultra. Poco queda de su paso por el grupo. Nos saludamos con dos besos, ya habíamos hablado con anterioridad. Ambos nos conocíamos, nos habíamos encargado de saber quien era cada uno. La camarera se acerca a la mesa. Un café y una botella de agua.
Osadía de la juventud
La pregunta era obligada, qué mueve a alguien a querer meterse en un grupo de semejantes características. “Hacer algo diferente. Hacer algo que pudiera valer para algo. Sino no hubiera sido policía. habría sido electricista o ascensorista, o traficante de drogas. Me atraía la idea”. El sentirse reconocido, el sentirse útil era el telón de fondo que movía a David Madrid a querer infiltrarse. Debía introducirse en un grupo ultra para ser valorado. “Porqué no. Cuando te lo proponen, porqué no. Eres joven e intrépido”. Por ello diez minutos fue el tiempo que transcurrió desde que Iglesias, el jefe de sección, se lo propusiera. Los pros pesaban más que los contras, “Qué íbamos a perder. ¿Unas ostias, un guantazo?. Te tenías que preocupar tú de que salieran bien la cosa. Era tú, tu vida. La tuya no la de otros”. Cuando estas trabajando no valores lo que te puede pasar. No eres consciente, solo cuando lo coges en perspectiva dices, joe pues podía haberme pasado algo. Podía”. La osadía de la juventud era el motor que movía a meterse en la boca del lobo.
Ayudado por Alberto, su padrino, un compañero de clase del cual se ganó su confianza y que le introdujo en el mundo Ultra Sur. “Mein Kamp había que leer. Hay que saber que piensan y porqué lo piensan. Es obvio que simpatizan con ese movimiento”, haciendo referencia al movimiento nacional socialista. “Exhibían símbolos preconstitucionales en sus gradas, en muchas ocasiones neonazis. Su ideología era esa, había que saber porqué. Hay que ver películas, escuchar su música, beber de lo que ellos beben y estar pendiente de cómo evoluciona el movimiento”. Seis meses tardó David en pasar de ser un ciudadano ajeno a los grupos de animación a convertirse en un miembro más de Ultra Sur. Seis meses en los cuales se alimentó de sus lecturas, de su música, de su ideología hasta que finalmente dio el salto a la grada sur. Muy poco tiempo para su parecer. Un error dice, que no volvería a cometer. “Me tomaría mi tiempo para hacer las cosas, tanto preparándome como dentro del grupo”.
Pero en su andadura ultra por los estadios de fútbol, no estaba solo. El tío Sam y Fernán fueron sus fieles escuderos en los cuales David confiaba plenamente. “Eran mis oídos, mi gente, eran quienes me escuchaban y siendo quien estaba conmigo y quien creía en lo que hacía. Luego había otros que no lo creían. Me preguntaban si iba a trabajar”. Envidias, grupos cerrados o la falta de compañerismo merodeaban en el ambiente. “Porqué él sí y otro no”. Como dice “tenía el contacto, me crié en la calle. Para hacer un trabajo de este tipo tienes que primero haber visto lo que hay fuera para poder valorar hasta donde puedes tú llegar. Hay que valorar primero y ser consciente de tus capacidades”.
· Insider
Un año y medio duró la trayectoria como miembro de Ultras Sur. Dieciocho meses en los cuales David Madrid convivía con su mayor miedo. El temor de ser descubierto, “la incertidumbre que alguien pueda reconocerte. Yo soy de aquí de Madrid, alguien te podía conocer siempre. Tenías que tener una coartada, tenias que tenerlo preparado. Tener alguna salida.” Un año y medio fue lo que duró el juego de este policía. Un juego en el que cada cual tenía su papel. Tenía que adoptar un papel “y nosotros jugamos al papel del tonto que paga. Y ese abre muchas puertas. Es con el que todos quieren estar cuando estas en su calle bebiendo, cuando nunca falta nada cuando esta él. Me ha costado mucha pasta estar ahí”. Los límites en esta andadura los pones tu afirma. “Tienes que representar el papel en tu película. En una película que tú te has creado y tienes que desenvolverte en este. Tu no estas en el papel de amigos. La masa es la que participa, tu puedes saber donde situarte para no tener que ser el que todos vean lanzar piedras. Tu no tienes que ser el que incita. Todo depende del papel que quieras actuar. Si quieres ser el más malo, tienes que ser el que más hostias tienes que dar…El tonto que paga es muy bueno, porque todos quieren estar con él. No tienes porqué participar activamente o por lo menos a mí no me hizo falta. Lo único que tienes que saber es hasta donde quieres llegar”.
Este joven policía conoció desde dentro las entrañas de la bestia. Una bestia cada vez más grande que es alimentada por el Real Madrid y sus directivos. Todos ellos están al corriente de las actividades del grupo ultra y lo respaldan. “Las relaciones con el club siguen siendo igual de fluida o más”. Simpatizan con sus miembros invitándoles a grandes y copiosas comidas, o simplemente, dejándoles un cuarto dentro del estadio Santiago Bernabéu donde guardar su material de animación. “Nosotros pusimos nombres a caras. Supimos como se organizaban, como se financiaban. Las relaciones con el club. Hicimos muchos informes al respecto”. Un arduo y duro trabajo que quedó en algo prácticamente anecdótico. “Cuantas condecoraciones nos han dado. Cuanto se nos ha reconocido…Ninguna de esas. Nadie respondía por nosotros. Esa es la espina que se te queda”, una agridulce sensación. Ninguna figura legal amparaba sus actuaciones dentro del grupo ultra a la hora de trabajar. “Cuando veías que podías llegar mucho más allá y no teníamos el respaldo de aquí es cuando te empiezas tu mismo a frenar”.
“Las situaciones con las que te vas encontrando y vas resolviendo son las que te hacen madurar. Eso es lo difícil aquí. Aquí tienes que contentar a todos, tanto con los que estas, desde el grupo en el que estas hasta tus jefes que no confían en ti”. Situaciones muchas veces imprevisibles de las que debía de saber como salir de ellas. De entre las cosas que más destacaría de su infiltración en Ultra Sur destaca a sus miembros. Sus miembros y los adeptos que se adhieren a la ideología. Matones. Delincuentes, delincuentes con prospectiva. Delincuentes con carreras, como califica. Algunos de ellos militantes en partidos de extrema derecha como Eduardo Clavero, de Alianza Nacional. Junto con Ayala ideólogos españoles nacional socialistas. “Líderes idolatrados. Muy fuertes, tanto físicamente como mentalmente. Saben lo que defienden y son capaces de defenderlo con violencia”.
Actualmente dentro de la policía no hay ningún grupo especializado en violencia en el deporte. No hay especialización en el tema, en el control de los violentos. “Estamos hablando de organizaciones criminales. Cuando detienes tienes que saber porqué esta ahí tirando esas piedras. Y hay que ir a su casa, hacer registros, hay que tener policías con la formación suficiente para saber llevar esas organizaciones. Contra eso hay herramientas, lo que hace falta es especialización.”
“Los grupos ultras no tienen cabida en nuestra sociedad. Tienen cabida grupos de animación registrados. Con un responsable que se haga responsable antes, durante y después del partido. Esos tienen cabida. Los grupos ultras que creen que la violencia es el camino no la tienen. Y contra eso tenemos que trabajar. No solo la policía, porque no tienen una solución policial sino una solución transversal en la que los clubs son muy responsables. Donde el Estado es muy responsable y se tienen que articular medidas para que no puedan hacerlo así.”
· Si no sale en la tele, no existe
David aboga mucho por los medios de comunicación, porque reflejen el panorama habitual presente en los aledaños y en las calles próximas a los estadios de fútbol y los enfrentamientos entre aficiones rivales. Enfrentamiento que prácticamente quedan en un segundo plano ya son en contadas ocasiones cuando las cadenas lo reflejan. “Los periodistas tienen que contar la realidad tal y como la ven. ¿Por qué no cuentan esa? Porque acuden cinco minutos antes y no cubren los acontecimientos anteriores. Deben salir y contar lo que ocurre. La única manera de que la sociedad en este momento se entere de lo que ocurre es por la televisión. Nos guste o no. Si no sale en la tele, no existe”.
La adhesión a estos grupos, movido por las infiltraciones y factores externos, han hecho que cada vez sea más complicado adherirse a sus filas. Ha complicado el acceso de nuevos miembros. Actualmente para poder acceder, alguien tiene que responder. “Si nadie te presenta tu no puedes estar allí. No es que no puedas, sino que eres uno más. Uno que no cuenta. No te enteras de cómo funciona el tema. Es algo que no te pueden contar. Hay que vivirlo”.
Terminamos la entrevista. Se apaga la grabadora. Es suficiente. Ambos continuamos en nuestras respectivas sillas continuando la conversación donde la habíamos dejado. Sentado en frente mía, sigue él. David Madrid, el seudónimo bajo el que se esconde su verdadera identidad. Un joven policía infiltrado en el grupo ultra de animación, Ultras Sur. Tras el recorrido que duró casi dos años enteros, David se metió en la boca del lobo de los radicales del fútbol español. Convivió durante meses con ellos hasta que finalmente un día, puso punto final a su trayectoria como ultra del Madrid. A la pregunta de si volvería de si volvería a infiltrarse en un grupo ultra, su respuesta es clara. “Sí, pero poniendo yo mis condiciones y mi equipo”.