Lavapiés. Con ese nombre es como se conoce a uno de los barrios más castizos de Madrid. Situado en pleno centro de la capital, con más de 60.000 habitantes de los cuales más de 24.000 son extranjeros. Entre sus calles conviven inmigrantes de todas las nacionales. Rumanos, marroquís, ecuatorianos, dominicanos. Y es allí, en esa pequeña ONU, donde Movimiento Contra la Intolerancia tiene su sede. Después de unos minutos la encontrarnos. Allí en la puerta nos espera Esteban Ibarra, su presidente.
Tras las presentaciones es inevitable hacer mención al barrio. No parece que estamos a apenas diez minutos andando del centro de Madrid. Pero allí están, allí es donde Ibarra y su equipo realizan la labor. “Nosotros estamos aquí porque esta es la trinchera. Es aquí donde se ve todo. Vemos cosas buenas, cosas malas y cosas regulares. (…) Por un lado está eso, cuestiones marginales, delincuencia. Pero por otro hay gente pobre, gente que sufre y gente que necesita ayuda. Nosotros tenemos dos opciones. Una, dejar a la gente que se hunda y entonces es cuando se entregan a los grupos. Grupos chungos. O ayudar a la integración y a la convivencia”. No se anda con rodeos, habla claro y sin tapujos y eso le ha costado el envío a la sede de un paquete explosivo o dos intentos de asesinato. Pero pese a todo continua su labor siendo la cara visible y la voz del Movimiento.
"Trabajas para construir un clima donde al final la gente no se mata"
Un movimiento que actúa y sigue las directrices de una pauta en la resolución de los conflictos "En estos casos tienes dos opciones. O echar gasolina o pacificar. Nuestra misión aquí es pacificar e impedir que el delito prospere. Y esto se soluciona con mucho diálogo y con mucha paciencia que es lo que tenemos. Tenemos más paciencia que el santo Job”. Movimiento contra la Intolerancia e Ibarra actúan como el pastor en la parábola de la oveja perdida. Creen que todos los delincuentes pueden cambiar. “Hay tres perfiles. Uno, delincuente vulgar. Dos, delincuente de banda latina. Y tres, delincuentes de banda nazi. Todos son recuperables, absolutamente todos”.
Habla de culpables. Culpables de la mala situación del barrio y de sus gentes. “El Gobierno es responsable de que haya Ñetas. El mundo se ha globalizado (…) y hay un flujo de cosas buenas y cosas malas. Lo que hay que hacer es neutralizar las cosas malas. En un barrio de 60.000 personas, hay un solo campo de baloncesto al aire libre y un campo de fútbol sala al aire libre. ¿Qué práctica deportiva puedes hacer con chavales de 12, 13, 14? Ninguna. Los chavales están todo el día en el parque. Y en el parque entre el chulo Ñeta y yo ¿Quien tiene más enganche? El Ñeta”.
Esteban Ibarra habla, y habla con conocimiento de causa. En su faceta desconocida fue entrenador superior de baloncesto femenino de primera división durante seis años. “Cuando voy a un político y le digo que necesito financiación para comprar camisetas y balones para seis equipos de chavales que ya teníamos montados, no había. No nos proporcionan esa financiación. Como no hay espacios para entrenar. Como no hay espacios para hacer talleres infantiles y juveniles”. En ese clima de carencia de medios unido a la falta de control por parte de los padres es donde se crea el caldo de cultivo perfecto para facilitar la adhesión de los jóvenes a estas tribus urbanas. “Los responsables son quienes diseñan la política que no son capaces de invertir (…) Tú al final lo que haces es construir un clima donde al final la gente no se mata”.
“El Gobierno es responsable de que haya Ñetas"
Este mismo análisis, nos cuenta, que también lo hace con los chavales neonazis. “Por aquí vienen padres y madres de chavales Skin de barrios populares. Tú a esa gente le tienes que intentar dar una opción (…) Hay que aconsejar a esos padres, no darles la espalda. Hay que intentar recuperar a ese niño. Se aconseja a los padres, el niño es muy difícil. El padre sabe que lo que está haciendo está mal pero no sabe como acometerlo. El problema es francamente difícil porque se niegan a hablar. Por medio de los padres les vas dando consejos, porque ellos no entienden”. No llegan a entender lo que ha llevado a su hijo a involucrarse en este tipo de grupos.
Por su sede han pasado personajes muy conocidos en los ambientes ultras. “Antonio Salas es amigo mío. Y David Madrid también es amigo mío. Todos estos han venido aquí a crecer culturalmente, éticamente…Aquí estuvo Antonio salas, el preguntaba. Vino aquí con una melena que le llegaba hasta el culo. Le preguntaba pero ¿A donde vas así? Bah estos no se enteran, afirmaba Salas. Le decía que si se enteran Antonio, que si te pillan…Le di material, se empapo de todo y empezó su proceso. Un día me lo encuentro saliendo de la radio. Me quieren matar”.
Periodista o periolisto, como se conocen a los periodistas en los ambientes ultras, y policía, ambos se infiltraron y vivieron en primera persona la delincuencia más cruel. “Tocaron la delincuencia más cruel. Esta es la delincuencia más cruel. Hay gente muy cruel, cuando ven que no vas de su tribu pueden hacerte mucho daño. Me han contado muchas crueldades. Es lo más delincuente que hay. Conocí a una periodista de Antena 3 que la marcaron la cara”.
"El hospital, la cárcel o el cementerio"
“Cuando eres el primero que se infiltra, das el pego. Cuando eres el segundo, das el pego pero menos. Pero cuando ya ha habido un montón, llega otro y no da el pego (…)” En el momento que ven indicios se activan todas las alarmas, “porque eso es lo que le pasó a Antonio. Ellos fueron viendo indicios, y les dicen tenéis un periodista infiltrado. Dicen ya esta, es él. Antonio hizo cosas para ganarse la confianza, porque lo cuenta en el libro. Te tienes que ganar la confianza con acciones junto a ellos”.
Cuando se infiltraron ambos, Salas y David Madrid, pusieron nombre a las caras. Comprobaron como se financiaban, como contaban con el apoyo de los clubs. Un apoyo vital y necesario para el mantenimiento de estos sectores radicales. Un problema grave, que dice, se encuentra en los clubs. “El problema esta en los presidentes de los clubs. Estos lo que hicieron fue pactar con los ultras, que no hubiera violencia dentro de los estadios. La violencia que se la coma la policía y los delegados de gobierno en la calle. Nosotros (presidentes) os facilitamos entradas, pero dentro del estadio ni una bronca. Pactamos la convivencia dentro del estadio y si me tengo que pegar con otro ultra lo hacemos fuera del estadio. Eso era trasladar el problema”. Un problema, como menciona David Madrid, que solo puede desembocar en el hospital, la cárcel o el cementerio.
Veinticinco años lleva Esteban Ibarra haciendo esta labor social al frente de Movimiento Contra la Intolerancia. Un trabajo muy valorado por la sociedad. “Trabajas por la cohesión social. Porque la sociedad no reviente. ¿Puede reventar? Sí. El camino es construir convivencia”.
MCG
Tras las presentaciones es inevitable hacer mención al barrio. No parece que estamos a apenas diez minutos andando del centro de Madrid. Pero allí están, allí es donde Ibarra y su equipo realizan la labor. “Nosotros estamos aquí porque esta es la trinchera. Es aquí donde se ve todo. Vemos cosas buenas, cosas malas y cosas regulares. (…) Por un lado está eso, cuestiones marginales, delincuencia. Pero por otro hay gente pobre, gente que sufre y gente que necesita ayuda. Nosotros tenemos dos opciones. Una, dejar a la gente que se hunda y entonces es cuando se entregan a los grupos. Grupos chungos. O ayudar a la integración y a la convivencia”. No se anda con rodeos, habla claro y sin tapujos y eso le ha costado el envío a la sede de un paquete explosivo o dos intentos de asesinato. Pero pese a todo continua su labor siendo la cara visible y la voz del Movimiento.
"Trabajas para construir un clima donde al final la gente no se mata"
Un movimiento que actúa y sigue las directrices de una pauta en la resolución de los conflictos "En estos casos tienes dos opciones. O echar gasolina o pacificar. Nuestra misión aquí es pacificar e impedir que el delito prospere. Y esto se soluciona con mucho diálogo y con mucha paciencia que es lo que tenemos. Tenemos más paciencia que el santo Job”. Movimiento contra la Intolerancia e Ibarra actúan como el pastor en la parábola de la oveja perdida. Creen que todos los delincuentes pueden cambiar. “Hay tres perfiles. Uno, delincuente vulgar. Dos, delincuente de banda latina. Y tres, delincuentes de banda nazi. Todos son recuperables, absolutamente todos”.
Habla de culpables. Culpables de la mala situación del barrio y de sus gentes. “El Gobierno es responsable de que haya Ñetas. El mundo se ha globalizado (…) y hay un flujo de cosas buenas y cosas malas. Lo que hay que hacer es neutralizar las cosas malas. En un barrio de 60.000 personas, hay un solo campo de baloncesto al aire libre y un campo de fútbol sala al aire libre. ¿Qué práctica deportiva puedes hacer con chavales de 12, 13, 14? Ninguna. Los chavales están todo el día en el parque. Y en el parque entre el chulo Ñeta y yo ¿Quien tiene más enganche? El Ñeta”.
Esteban Ibarra habla, y habla con conocimiento de causa. En su faceta desconocida fue entrenador superior de baloncesto femenino de primera división durante seis años. “Cuando voy a un político y le digo que necesito financiación para comprar camisetas y balones para seis equipos de chavales que ya teníamos montados, no había. No nos proporcionan esa financiación. Como no hay espacios para entrenar. Como no hay espacios para hacer talleres infantiles y juveniles”. En ese clima de carencia de medios unido a la falta de control por parte de los padres es donde se crea el caldo de cultivo perfecto para facilitar la adhesión de los jóvenes a estas tribus urbanas. “Los responsables son quienes diseñan la política que no son capaces de invertir (…) Tú al final lo que haces es construir un clima donde al final la gente no se mata”.
“El Gobierno es responsable de que haya Ñetas"
Este mismo análisis, nos cuenta, que también lo hace con los chavales neonazis. “Por aquí vienen padres y madres de chavales Skin de barrios populares. Tú a esa gente le tienes que intentar dar una opción (…) Hay que aconsejar a esos padres, no darles la espalda. Hay que intentar recuperar a ese niño. Se aconseja a los padres, el niño es muy difícil. El padre sabe que lo que está haciendo está mal pero no sabe como acometerlo. El problema es francamente difícil porque se niegan a hablar. Por medio de los padres les vas dando consejos, porque ellos no entienden”. No llegan a entender lo que ha llevado a su hijo a involucrarse en este tipo de grupos.
Por su sede han pasado personajes muy conocidos en los ambientes ultras. “Antonio Salas es amigo mío. Y David Madrid también es amigo mío. Todos estos han venido aquí a crecer culturalmente, éticamente…Aquí estuvo Antonio salas, el preguntaba. Vino aquí con una melena que le llegaba hasta el culo. Le preguntaba pero ¿A donde vas así? Bah estos no se enteran, afirmaba Salas. Le decía que si se enteran Antonio, que si te pillan…Le di material, se empapo de todo y empezó su proceso. Un día me lo encuentro saliendo de la radio. Me quieren matar”.
Periodista o periolisto, como se conocen a los periodistas en los ambientes ultras, y policía, ambos se infiltraron y vivieron en primera persona la delincuencia más cruel. “Tocaron la delincuencia más cruel. Esta es la delincuencia más cruel. Hay gente muy cruel, cuando ven que no vas de su tribu pueden hacerte mucho daño. Me han contado muchas crueldades. Es lo más delincuente que hay. Conocí a una periodista de Antena 3 que la marcaron la cara”.
"El hospital, la cárcel o el cementerio"
“Cuando eres el primero que se infiltra, das el pego. Cuando eres el segundo, das el pego pero menos. Pero cuando ya ha habido un montón, llega otro y no da el pego (…)” En el momento que ven indicios se activan todas las alarmas, “porque eso es lo que le pasó a Antonio. Ellos fueron viendo indicios, y les dicen tenéis un periodista infiltrado. Dicen ya esta, es él. Antonio hizo cosas para ganarse la confianza, porque lo cuenta en el libro. Te tienes que ganar la confianza con acciones junto a ellos”.
Cuando se infiltraron ambos, Salas y David Madrid, pusieron nombre a las caras. Comprobaron como se financiaban, como contaban con el apoyo de los clubs. Un apoyo vital y necesario para el mantenimiento de estos sectores radicales. Un problema grave, que dice, se encuentra en los clubs. “El problema esta en los presidentes de los clubs. Estos lo que hicieron fue pactar con los ultras, que no hubiera violencia dentro de los estadios. La violencia que se la coma la policía y los delegados de gobierno en la calle. Nosotros (presidentes) os facilitamos entradas, pero dentro del estadio ni una bronca. Pactamos la convivencia dentro del estadio y si me tengo que pegar con otro ultra lo hacemos fuera del estadio. Eso era trasladar el problema”. Un problema, como menciona David Madrid, que solo puede desembocar en el hospital, la cárcel o el cementerio.
Veinticinco años lleva Esteban Ibarra haciendo esta labor social al frente de Movimiento Contra la Intolerancia. Un trabajo muy valorado por la sociedad. “Trabajas por la cohesión social. Porque la sociedad no reviente. ¿Puede reventar? Sí. El camino es construir convivencia”.
MCG